La elección entre naturalismos (II)

Vuelvo en este segundo post a la cuestión central, que es una evaluación de la compatibilidad entre el naturalismo del sujeto y el naturalismo del objeto con respecto a la localización de las creencias.

Como señalé antes, una reducción ontológica de los hechos morales de la forma:

(O) El hecho moral de que p no consiste más que en X (en el mundo de las partículas),

está comprometida con la idea de que la creencia moral con el contenido <p> es una representación de ese hecho moral. De manera que una reducción ontológica de las creencias (y en particular de las creencias morales) debería tener la forma:

(O*) El hecho psicológico de tener la creencia moral con el contenido representacional <p> no consiste más que en Y (en el mundo de las partículas),

donde, obviamente, “Y” no hace uso del vocabulario psicológico sino del vocabulario físico (o, también, biológico de bajo nivel). Pero, supongamos que el naturalismo no reduccionista está en lo correcto, en el sentido de que una explicación de la función en la vida humana de las creencias morales excluye la idea de que la función de las creencias morales sea representar hechos morales. Esto significa que una explicación no reduccionista de la función de las creencias morales tiene, más precisamente, la forma:

(S*) La creencia moral con el contenido <p> tiene una función no-representacional F (en la vida humana),

en cuyo caso, debería estar claro que la creencia moral tiene un contenido no-representacional <p>. En efecto, es evidente que una explicación de la función no-representacional de una creencia moral en la vida humana trata de ser una explicación, en términos funcionalistas, del contenido no-representacional de esa creencia. Una conclusión inmediata es, por tanto, que el proyecto reduccionista (O*) y el proyecto no reduccionista (S*) son incompatibles mientras el naturalista del objeto siga comprometido con la idea de que las creencias son representaciones: pues, el hecho psicológico que fuera a ser reducido no sería, según el naturalista del sujeto, la posesión de una creencia moral. Ahora bien, el naturalismo del objeto puede ser un proyecto constreñido a los límites de la filosofía de la mente, cuya meta solo sea lograr una reducción ontológica de los estados y procesos mentales, especialmente de las creencias. En ese caso, el naturalista reduccionista no entra en problemas con la idea de que, por ejemplo, las creencias morales no son representaciones desde el momento en que no está en el negocio de lograr una reducción ontológica de los hechos morales que serían representados por esas creencias. Así que una reducción ontológica de las creencias morales es compatible con el naturalismo del sujeto bajo la forma:

(O**) El hecho psicológico de tener la creencia moral con el contenido no-representacional <p> no consiste más que en Y (en el mundo de las partículas).

Desde luego, el naturalista del objeto puede incluso sentirse inicialmente superior: después de todo, ha logrado situar la vida subjetiva, consistente en hechos psicológicos sobre las creencias y sus contenidos, en el piso sólido de la naturaleza objetiva, consistente en hechos científicamente respetables sobre partículas. Puede pensar, entonces, que su reducción ontológica explica por qué la creencia moral tiene un contenido no-representacional.

La victoria del naturalismo reduccionista es, sin embargo, pírrica. Supongamos que, como sugerí al principio, la función de las creencias morales es comprometer firmemente al sujeto con un curso de acción, ante la eventual interferencia de otros estados motivacionales, como ciertos deseos de actuar de otro modo. Entonces, la creencia de un político de que la corrupción es moralmente inaceptable no es una representación de cómo son las cosas en esa parte de la realidad constituida por los hechos morales: es un compromiso personal con la forma de conducirse en la vida pública. Esto significa que la función que esa creencia tiene en la vida subjetiva del político es lo que explica por qué la creencia no tiene un contenido representacional, es decir, el contenido que atribuye un cierto tipo de propiedad a un cierto tipo de acción (como, por ejemplo, la creencia de que manipular las cuentas públicas es un proceso técnicamente complejo), contenido que por sí mismo dejaría motivacionalmente indiferente a cualquiera que tuviese la creencia. En otras palabras, es la función no-representacional de esa creencia moral en la vida subjetiva del político lo que explica que la creencia no sea un medio para que el político entre en contacto con el dominio fantasmal (por usar la expresión de Rorty) de los hechos morales. Supongamos ahora que es posible una reducción ontológica tal que el hecho psicológico de tener una creencia moral con el contenido de que la corrupción es moralmente inaceptable, es un hecho que no consiste más que en una compleja disposición de partículas en el cerebro del político. Es claro que, a pesar de eso, la reducción ontológica no es lo que explica que la creencia moral tenga un contenido no-representacional. Precisamente, hemos dado una explicación de ello en términos de la función que la creencia moral tiene como compromiso del sujeto, y lo hemos hecho sin recurso alguno a la idea de que las creencias morales están localizadas en el mundo de las partículas. Aunque fuera cierto que no puede cambiarse nada en la psicología de alguien sin cambiar los movimientos o las posiciones de partículas físicas elementales, eso no explica por qué determinada configuración de partículas físicas es la implementación de una creencia moral con un contenido no-representacional y no, por el contrario, de una creencia moral con un contenido representacional. Pues, el naturalista del objeto debe decir que, por hipótesis, si la creencia moral del político tuviese una función representacional también sería posible llevar a cabo una reducción ontológica. La reducción ontológica es, por tanto, neutral con respecto a la cuestión sobre el carácter representacional o no-representacional de las creencias morales.

Más evidente aún es que la propia reducción ontológica debe tomar como algo dado a priori el fenómeno que va a ser reducido: no es posible que el proyecto reduccionista descubra que las creencias morales tienen un contenido no-representacional en el curso de la reducción, so pena de que el proyecto reduccionista no tuviera por dónde empezar. Sin embargo, esta no es una objeción definitiva para que una reducción ontológica pueda ser una explicación, de manera que el fenómeno a ser reducido fuera el explanandum de esa explicación. Es evidente, por lo demás, que el naturalismo del objeto toma del naturalismo del sujeto el dato de que el hecho psicológico de tener una creencia moral es el hecho tener una creencia con un contenido no-representacional, que es el fenómeno a ser reducido. Lo relevante es determinar si el fenómeno que va a ser reducido es algo dado con independencia de cualquier explicación previa o, por el contrario, es algo dado como explanandum de otra explicación: en este último caso no puede ser, obviamente, el explanandum del que la reducción ontológica sería una explicación. Pero, he tratado de mostrar que el dato de que el hecho psicológico de tener una creencia moral es tener una creencia con un contenido no-representacional, es justamente lo que es explicado por una explicación no reduccionista de la función de las creencias morales en la vida humana.

Por si esto no estuviera suficientemente claro, es importante en este punto distinguir entre una explicación funcionalista y una descripción funcionalista de las creencias (o establecer una distinción entre, digamos, funcionalismo robusto y funcionalismo modesto). La descripción funcionalista de una creencia moral es una formulación explícita de la teoría popular en cuyos términos el agente moral concibe implícitamente cuál es la función de su creencia. En este sentido, una descripción funcionalista debe presentar el hecho psicológico de tener una creencia moral como el hecho psicológico de tener una creencia con un contenido representacional, pues los propios agentes morales están convencidos implícitamente de que sus creencias tienen la función de representar hechos morales. En otras palabras, desde el punto de vista interno del agente las creencias morales tienen una función representacional. De manera que si el fenómeno a ser reducido por el naturalista del objeto viniera dado por una descripción funcionalista de la creencia moral, una reducción ontológica podría aspirar a convertirse en una explicación de ese fenómeno: el naturalista del objeto tomaría como algo dado un hecho psicológico que aún no ha recibido una explicación naturalista, es decir, una explicación desde un punto de vista externo al agente. Ahora bien, en el contexto de examinar la compatibilidad del naturalismo del objeto con el naturalismo del sujeto, la reducción ontológica tiene que empezar con los hechos psicológicos tal y como son presentados por el naturalista del sujeto. Pero, resulta que el naturalismo del sujeto es una forma de funcionalismo robusto: el naturalista no reduccionista no está embarcado en el proyecto de describir sino en el proyecto de explicar, independientemente del punto de vista del agente, cuál es la función de las creencias morales en la vida humana. Es por ello que la adopción de un punto de vista externo por parte del naturalista del sujeto vacía de legitimidad la aspiración reduccionista de situarse por primera vez fuera de la esfera moral inmediata. Así que una localización de las creencias morales del sujeto en la naturaleza física objetivamente descrita por la ciencia no puede ser una explicación de algo que es previamente explicado por una genuina explicación naturalista: una explicación, por ejemplo, de la función de las creencias morales como compromisos en la vida del sujeto (una explicación que, desde luego, es independiente de lo que el propio sujeto piense al respecto). Pues, como era de esperar, una explicación naturalista de la creencia tiene que ser una explicación psicológica: una localización de las creencias morales en el panorama total de nuestra vida subjetiva, y no una localización de las creencias morales en una parte psicológicamente inerte de la naturaleza objetiva.

Termino haciendo un balance de la ventaja comparativa del naturalismo del sujeto sobre el naturalismo del objeto con respecto a la naturalización de la creencia. En primer lugar, resulta que el naturalista del objeto tiene que empezar cediendo todo el espacio de los hechos no psicológicos, porque una reducción ontológica de los hechos no psicológicos de un determinado dominio discursivo presupone que las creencias de ese dominio tienen una función representacional y, por ello, adquiere sentido una reducción de los hechos así representados. Por tanto, una reducción ontológica de los hechos no psicológicos de un cierto dominio entraña, además, que una reducción ontológica de los hechos psicológicos de tener las creencias de ese dominio trata con la posesión de creencias con un contenido representacional. Pero, ambas consecuencias de un proyecto reduccionista extendido y ontológicamente ambicioso son incompatibles con el funcionalismo robusto característico del naturalismo del sujeto, según el cual la función de las creencias no es representar hechos. De manera que, en el contexto de una discusión sobre la compatibilidad entre naturalismos, el naturalismo del objeto debe subordinarse al naturalismo del sujeto, limitando su espacio operativo a una reducción de los hechos psicológicos consistentes en la posesión de creencias con un contenido no-representacional. Sin embargo, resulta que la subordinación del naturalismo del objeto al naturalismo del sujeto vacía de significatividad el alcance explicativo del proyecto reduccionista: no es solo que el proyecto reduccionista vea limitada su extensión al dominio discursivo de lo mental (en lo que nos ocupa, de los hechos psicológicos consistentes en la posesión de creencias con un contenido no-representacional), sino que empieza a trabajar allí donde el naturalismo del sujeto ya llevó a cabo una explicación funcionalista de la vida mental. En otras palabras: la reducción ontológica de una creencia es una naturalización de la creencia que se pone en marcha cuando, desde un punto de vista explicativo, ya no queda nada por naturalizar.

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3 respuestas to “La elección entre naturalismos (II)”

  1. Ramón Casares Says:

    He leído su artículo «La elección entre naturalismos»,
    y el de Price (2004) que referencia.
    Me queda claro que, cuando se refieren al naturalismo del objeto,
    se están refiriendo al materialismo radical
    que excluye de su ontología todo,
    excepto las partículas físicas elementales,
    y las leyes físicas que rigen su comportamiento.

    No me queda, en cambio,
    nada claro en qué consiste el naturalismo del sujeto.
    Dicen que parte de lo que la ciencia dice del sujeto,
    pero, ¿qué dice la ciencia del sujeto?
    Nada, ya que la ciencia es la rama de la filosofía que
    estudia los objetos con independencia de los sujetos.
    El ideal de la ciencia es el conocimiento objetivo.

    En fin, me gustaría saber si el naturalismo del sujeto
    es una forma de subjetivismo, aunque, desgraciadamente,
    Price (2004), sección 3, párrafo 3, parece negarlo.

    Saludos,
    Ramón

  2. javiervidal Says:

    Hola Ramón:

    El naturalismo del sujeto es la perspectiva sobre el ser humano como ser humano (especie biológica o segmento de un linaje biológico: una población con un ancestro común y un repertorio de conductas adaptativas) y no como objeto físico descrito por las leyes de la física. Por lo tanto, las ciencias que son especialmente relevantes al respecto son, por ejemplo, la biología evolutiva, la etología y la psicología como ciencia de la conducta.

    Desde luego, estudiar al ser humano como ser humano es estudiarlo como un cierto tipo de objeto. Los sujetos son, desde luego, objetos (que tienen propiedades especiales). Quizá, entonces, sea apropiado decir que tanto el naturalismo del objeto como el naturalismo del sujeto comparten un meta-principio naturalista: los sujetos no son más que objetos.

    Ojalá te aclare algo.

    Un abrazo,
    Javier

    • Ramón Casares Says:

      Sí que me aclara, gracias.
      Aunque tenía la vaga esperanza de
      encontrar alguna forma de subjetivismo,
      ese meta-principio lo niega en rotundo.
      Y esto me plantea otra pregunta:
      ¿por qué se rechaza siempre el subjetivismo?

      Creo que la mejor manera de superar
      el materialismo reduccionista, o naturalismo del objeto,
      es mostrar que también las partículas físicas
      y las leyes físicas son representaciones.
      No sé cómo lo ves tú, pero para mi es evidente.
      Exige, eso sí, aceptar que
      epistemológicamente el sujeto es anterior al objeto,
      y que la epistemología prima sobre la ontología.
      O sea, exige adoptar una posición subjetivista.

      Saludos,
      Ramón

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